Martires de El Salvador

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Masacre de El Mozote

12 de Diciembre de 1981

Cientos de campesinos salvadoreños. Rufina es una campesina que ve ametrallar y luego degollar a su esposo y a todos los hombres del pueblo. Que presencia las filas de mujeres, apretando fuertemente a sus hijos contra sí, mientras esperan la muerte. Que escucha el grito de los niños mientras son acuchillados y ahorcados. Entre ellos, los suyos de nueve, seis y tres años y la tierna de ocho meses, que los soldados le arrancan de los brazos.

Fue en El Mozote, departamento de Morazán, cuando el batallón Atlacatl entra al pueblito con la orden de matar a todos. Cuando Rufina se queda sin su tierna se postra en tierra: "Le pedía a Dios -cuenta- que me librara si tenía que librarme y si no, que me perdonara." Y mientras reza un Padre Nuestro se va ocultando detrás de unas ramitas. Inmóvil. Paralizada. Conteniendo el aliento. Tragándose el llanto. Desde allí escucha los gritos desgarradores de las mujeres. Después de los niños. Reconoce la voz de sus hijos, llamándola. Cuando cesan los gritos y sollozos, sube la gran fogata. Primero en la iglesia, donde mataron a los hombres. Después en la casa de Israel Márquez, donde le había tocado a las mujeres. "No dejen a nadie sin quemar", escucha Rufina. Las llamaradas vuelan sobre ella y sobre los soldados. Los terneros y los perros huyen despavoridos. Y también Rufina. Así puede enterrar su cara y su llanto para que no la descubran. Después corre sin parar.

Llega al Jocote Amarillo y allí se queda todo el día. Camina de noche, sin encontrar gente ni refugio. "Según el dolor de mis hijos, el dolor de todo lo que había pasado, no me daba hambre, no me daba sed, no sentía nada. Allí me quedé hasta los siete días, cuando pude hallar a la gente y salir al exilio, y regresara este tiempo de 1990", cuenta Rufina. Gracias a su testimonio se puede reconstruir la masacre de mil doscientos campesinos, en su mayoría ancianos, mujeres y niños.

El operativo comienza el 10 de diciembre, cuando a las 6 de la tarde una cantidad de soldados irrumpe en el pueblo con la orden de hacer salir a todos y tenderse boca abajo, para quitarles todas las pertenencias. Después deben encerrarse nuevamente en sus casas. A las 5 de la mañana del otro día, vuelven a sacarlos, en dos largas filas: una de hombres, otra de mujeres. Los niños llorando de frío. Un helicóptero sobrevuela ordenando encerrar a los hombres en la iglesia y a las mujeres en la casa de Israel Márquez. Primero mataron a los hombres. Al medio día a las mujeres. Los soldados dudan antes de empezar con los niños: "Pues ya matamos a los viejos y a las viejas... ahora sólo faltan los niños y no sabemos qué vamos a hacer", decían. "La orden que el coronel nos ha dado es que vamos a terminar con esta gente acá." "Pues sí, si no matamos a los niños, ¿cómo vamos a cumplir?", le contesta otro. "Pero mira hay niños bonitos... que pueden servir... nosotros podemos llevar algunos", comentan los soldados. El 11 termina la masacre con el fuego. El Mozote ya es "tierra arrasada", como había mandado el coronel, que convirtió en mártires y santos inocentes a mil doscientos campesinos salvadoreños.




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