Martires de El Salvador

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justo Mejía

9 de noviembre de 1977

Sindicalista campesino y catequista, mártir de la fe en El Salvador. Campesino de 37 años y padre de 7 hijos. Coordinador de las Comunidades Cristianas. Fundador de la Unión de Trabajadores del Campo, UTC.

Asesinado en la tortura por la Guardia. Justo es "chaparro y seco", cara de niño con ojos pícaros y una enorme ternura. Creativo, claro, decidido, es el líder natural de los campesinos del cantón Las Vueltas, Chalatenango.
Catequista y celebrador de la Palabra hasta 1971, cuando la Iglesia salvadoreña comienza a renovarse. Justo impulsa entonces las Comunidades Cristianas, hasta llegar a responsable departamental. Esto le exige reuniones diarias, de noche, en los cantones, reuniones en la ciudad, con el Equipo Coordinador. Y todo sin dejar de trabajar ese pedacito de tierra, alquilado, para sustento de su familia. Gumersinda, su mujer, es catequista y responsable del coro.

Y así hasta 1973, cuando Justo comprende que "todo esto es necesario, pero los cipotes se siguen muriendo de hambre y diarrea". Ya no alcanza la solidaridad, las cooperativas, ni acabar con las borracheras de los campesinos. El equipo se plantea "que hay que hacer algo más". Se contactan con otras organizaciones campesinas. Pero ellos creen que se necesita algo nuevo. Nace así la Unión de Trabajadores del Campo. Justo asume nuevas responsabilidades: reuniones, visitas a los cantones, movilizaciones, contactos con el movimiento obrero.

Su vida es una síntesis de fe y compromiso social. Pero su tarea hace mucho que es intolerable para la Guardia y los terratenientes, que conocen la calidad de su liderazgo. Justo pasa a la clandestinidad, con otro nombre. Pero la Guardia lo detecta y lo detiene. Lo tortura con saña ante sus compañeros y, agonizante, quiere pasearlo por otros cantones, para escarmiento. Muere antes de llegar y lo dejan colgado de un árbol. Sus compañeros lo entierren en el monte, mientras la noticia vuela con el viento. De todos los cantones llegan para rescatarlo y llevar su cuerpo hasta su pueblo natal. Son 25 kilómetros de vereda y montaña. Son 3.000 campesinos con Justo en andas, mientras él va bendiciendo las tierras que algún día serán para todos.




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