Martires de El Salvador

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

Herbert Anaya

26 de octubre de 1987


Militante cristiano, abogado de 33 años y padre de cinco niños. Coordinador de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador, CDHES, no gubernamental. Asesinado delante de sus hijos, a la salida de su casa, en San Salvador.

"El asesinato de Herbert es la culminación de todas las acusaciones y amenazas de la COPREFA, Comité de Prensa de la Fuerza Armada, y por diferentes voceros gubernamentales", denuncia la CDHES. Políticamente significa la negación del gobierno a cumplir los acuerdos de Esquipulas II. Herbert es un luchador por la defensa de los derechos humanos desde muy joven. En 1980 asume la asistencia legal de las víctimas de la represión. En cumplimiento de esta tarea visita las zonas de guerra para constatar los destrozos causados por los bombardeos y el asesinato masivo, cotidiano, de su pueblo.

En mayo de 1986 es detenido por la Policía de Hacienda en pleno centro de la ciudad. Durante 15 días permanece desaparecido, mientras es sometido a horribles torturas físicas y psicológicas. Los métodos más refinados usados por sus torturadores no consiguen quebrar su entereza y la firmeza de sus convicciones. Cuando le piden que "colabore", para obtener la "información" que les permita acusarlo de complicidad con la guerrilla, Herbert les responde: "Hay un aspecto moral que no me permite hacerlo y me atengo a las consecuencias. Lo más que pueden hacer es matarme, pero lo que matarían sería mi cuerpo, porque mi alma va a seguir trabajando por la justicia."

Después pasa a la cárcel de Mariona, que comparte con otros presos políticos. Desde allí continúa dirigiendo la CDHES. Liberado después de 10 meses, las amenazas y la vigilancia en torno a su casa son casi cotidianos. Pero su actuación pública continúa: En la Universidad Centroamericana denuncia las consecuencias del estado de excepción y, en un programa televisivo, hace lo propio con respecto al uso de armas ilegales en el conflicto.

Su sentencia a muerte está firmada. Los Escuadrones de la Muerte hacen el resto: dos hombres de civil, con armas de 9mm. y silenciador, pretenden acallar su voz, que sigue clamando justicia.




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