Jubileo del año 2000 
                    ¿ centralidad de la Iglesia o de los pueblos oprimidos? 
                  
                
                di 
                  Giulio Girardi
                 
                
El 
                  proyecto de celebrar el V centenario del "descubrimiento 
                  de América" y de la "primera evangelización" 
                  de aquel continente suscitó en su momento reacciones 
                  fuertemente polémicas, especial-mente por parte de los 
                  pueblos indígenas, pero también de otros sectores 
                  de la opinión pública latinoamericana y mundial: 
                  surgió así la campaña 500 años de 
                  resistencia indígena, negra y popular. 
                  Porque desde el punto de vista de los pueblos indígenas, 
                  el proyecto aquel no era inocente, sino que reflejaba una cultura 
                  de dominación ya sea en la interpretación del 
                  pasado ya sea en las perspectivas de futuro.
                  Ahora, la tesis que quiero someter hoy a la reflexión 
                  es que el proyecto de jubileo, elaborado por la iglesia católica 
                  insti-tucional y presentado especialmente en la carta apostólica 
                  Ter-tio Millennio Adveniente , es también la expresión 
                  de una ideo-logía, la misma que ha inspirado la celebración 
                  de la "primera evangelización de América". 
                  El Jubileo 2000 y su preparación tendrán entonces 
                  que provocar, en la iglesia y la sociedad, una lucha ideológica 
                  no menos significativa que la del V centenario, en la que volverán 
                  a contraponerse dos puntos de vista sobre la historia y dos 
                  concepciones del cristianismo. Sin embargo, es muy probable 
                  que, para este combate, los llamados a la movilización 
                  no vendrán de los pueblos periféricos sino de 
                  los cristianos eu-ropeos, más directamente involucrados 
                  en las celebraciones.
                  Para entender desde adentro el proyecto jubilar de Karol Wojtila 
                  , es esencial referirse al lugar antropológico y teológi-co 
                  en el cual él se ubica para leer la historia: la iglesia 
                  cat-ólica romana, considerada como el espacio privilegiado 
                  de la pre-sencia y la manifestación de Dios. Analizar 
                  y evaluar este proyecto en una perspectiva evangélica 
                  significa, en cambio, en-focarlo, como lo hicimos para el proyecto 
                  del V centenario, desde el punto de vista de los pueblos oprimidos, 
                  y en primer lugar de los indígenas, valorando la coincidencia 
                  significativa y provi-dencial entre la transición del 
                  segundo al tercer milenio y el decenio internacional de los 
                  pueblos indígenas, proclamado por Naciones Unidas (1994-2004).
                  Queremos aquí comparar estas dos concepciones del jubileo 
                  (y, por supuesto, del cristianismo) para invitar a los creyentes 
                  tomar partidoentre ellas, como tuvieron que hacerlo en el año 
                  '92 entre las dos lecturas del V centenario.
                I 
                  -EL JUBILEO, REAFIRMACION DE LA CENTRALIDAD DE LA IGLESIA
                 
                  La concepción del jubileo propuesta por Juan Pablo II 
                  está sintetizada en las primeras páginas del documento.:"Los 
                  dos mil años del nacimiento de Cristo representan un 
                  Jubileo extraordi-nariamente grande no sólo para los 
                  cristianos, sino indirectamen-te para toda la humanidad, dado 
                  el papel primordial que el cri-stianismo ha jugado en estos 
                  dos milenios. Es significativo que el cómputo del transcurso 
                  de los años se haga casi en todas par-tes a partir de 
                  la venida de Cristo al mundo, la cual se convier-te así 
                  en el centro del calendario más utilizado hoy. ¿Acaso 
                  no es también esto un signo de la incomparable aportación 
                  que para la historia universal ha significado el nacimiento 
                  de Jesús de Nazaret?" (15)
                  Esta presentación incluye esencialmente dos afirmaciones:
                  1ª El jubileo del 2000 es un momento culminante en la hi-storia 
                  humana y cristiana.
                  2ª El jubileo del 2000 tiene que ser una solemne reafirma-ción 
                  de la centralidad de Cristo, del cristianismo y de la igle-sia 
                  católica romana en la historia.
                El 
                  jubileo del 2000, momento culminante en la historia humana y 
                  cristiana
                 
                  Es interesante analizar, en la perspectiva del papa, la re-lación 
                  entre el jubileo y el conjunto de la historia. Este acontecimiento 
                  es para él una clave hermeneútica de todo su pon-tificado 
                  , como afirma explícitamente: " la preparación 
                  del Año 2000 es casi una de sus claves hermenéutica"(23). 
                  Al jubileo del 2000 Juan Pablo II se refiere desde su primer 
                  documento, la Carta Enciclica Redemptor Hominis y sobre este 
                  tema vuelve después mu-chas otras veces, especialmente 
                  en la Encíclica Dominum et vivi-ficantem (18 de mayo 
                  de 1986). (23)
                  Sin embargo, el papa extiende este criterio hermeneútico 
                  a toda la historia, convencido de que " en la historia 
                  de la Igle-sia cada jubileo es preparado por la divina Providencia". 
                  (17). Concretamente,"el Concilio Vaticano II constituye 
                  un aconteci-miento providencial, gracias al cual la Iglesia 
                  ha iniciado la preparación próxima del Jubileo 
                  del segundo milenio"(18). Esta preparación se desarrolla 
                  con" la serie de Sínodos , que han se-guido el Concilio 
                  Vaticano II: Sínodos generales y Sínodos conti-nentales, 
                  regionales, nacionales y diocesanos", cuyo " tema 
                  de fondo es...el de la nueva evangelización" marcado 
                  "por una con-ciencia nueva de la misión salvífica 
                  recibida de Cristo" (21). 
                  En esta preparación,"esperan al ministerio del Obispo 
                  de Ro-ma tareas y responsabilidades específicas. En esta 
                  línea han ac-tuado de algún modo todos los Pontífices 
                  del siglo que está por acabar."(22)
                  Además se le reconoce " un papel propio a las Iglesias 
                  par-ticulares, que con sus jubileos celebran etapas significativas 
                  de la historia de salvación de los diversos pueblos."(25) 
                  Estos ju-bileos celebran en las distintas regiones del mundo 
                  el inicio de la evangelización: y es particularmente 
                  significativa para noso-tros la continuidad que el papa afirma 
                  entre el V centenario de la evangelización de America 
                  Latina y el segundo milenario de la Encarnación (25)"En 
                  la perspectiva de la preparación del Año 2000" 
                  Juan Pablo II sitúa también "los Años 
                  Santos celebrados en el último período de este 
                  siglo." (26) Particular atención le de-dica al Año 
                  Mariano 1987/88, que "fue como una anticipación 
                  del Jubileo, incluyendo en sí mucho de lo que se deberá 
                  expresar ple-namente en el Año 2000."(26) Su importancia 
                  procede también de que"precedió de cerca 
                  a los acontecimientos de 1989", en los cua-les" operaba 
                  con premura materna la mano invisible de la Provi-dencia." 
                  (27)
                  "Las múltiples celebraciones jubilares de estas 
                  Iglesias y de las Comunidades que en ellas reconocen el origen 
                  de su aposto-licidad evocan el camino de Cristo en los siglos 
                  y contribuyen también al gran Jubileo del final del segundo 
                  milenio. Vista así, toda la historia cristiana aparece 
                  como un único río, al que mu-chos afluentes vierten 
                  sus aguas. El Año 2000 nos invita a encon-trarnos con 
                  renovada fidelidad y profunda comunión en las orillas 
                  de este gran río: el río de la Revelación, 
                  del Cristianismo y de la Iglesia, que corre a través 
                  de la historia de la humanidad." (25)
                  En una palabra, la centralidad histórica que Juan Pablo 
                  II le atribuye al jubileo del 2000 se funda en que él 
                  representaría un momento culminante en la evangelización 
                  del mundo. Esta con-vicción es la que le permite afirmar: 
                  "En cuanto al contenido, este Gran Jubileo será, 
                  en cierto modo, igual a cualquier otro. Pero, al mismo tiempo, 
                  será diverso y más importante que los an-teriores." 
                  (16)" La Puerta Santa del Jubileo del 2000 deberá 
                  ser simbólicamente más grande que las precedentes, 
                  porque la humani-dad, alcanzando esta meta, se echará 
                  a la espalda no sólo un si-glo, sino un milenio" 
                  (33)
                  Si es bastante claro , aunque discutible, el fundamento objetivo 
                  de la centralidad que el papa le atribuye al cristiani-smo en 
                  la historia de la humanidad, es menos evidente el funda-mento 
                  de la centralidad histórica del próximo jubileo: 
                  no es fácil entender porqué los multiples acontecimientos 
                  evocados de-sembocan en el año 2000 y sobre qué 
                  base se les atribuye la fun-ción providencial de "preparar" 
                  aquella celebración, reconocié-ndola como momento 
                  culminante en la historia de la evangeliza-ción. Resulta 
                  difícil excluir la hipótesis de que Juan Pablo 
                  II proyecte sobre esta interpretación de los hechos la 
                  convicción personal de que su pontificado tiene, en el 
                  plano providencial, un papel histórico central, por ser 
                  llamado a guiar la iglesia hacia el Tercer Milenio.
                El 
                  jubileo del 2000, celebracion de la centralidad histórica 
                  de Cristo y de la iglesia católica romana
                 
                 
                  El carácter fundamental del jubileo del 2000 , para Juan 
                  Pa-blo II, es la celebración de la centralidad de Cristo, 
                  y por eso mismo del cristianismo y de la iglesia católica 
                  romana en la hi-storia. Es propio de la teología de la 
                  cristiandad afirmar el vínculo estrecho entre la centralidad 
                  histórica de Cristo y la del cristianismo, identificado 
                  con la iglesia católica romana."El Jubileo del Año 
                  2000 quiere ser una gran plegaria de alabanza y de acción 
                  de gracias sobre todo por el don de la Encarnación del 
                  Hijo de Dios y de la Redención realizada por El... Además... 
                  por el don de la Iglesia, fundada por Cristo como "sacramento 
                  o signo e instrumento de la unión íntima con Dios 
                  y de la unidad de todo el género humano".(32)
                  Para Juan Pablo II, las etapas fundamentales de la historia 
                  están marcadas en cada pueblo y continente por el "camino 
                  de Cri-sto", es decir de la evangelización. Esta 
                  sería siempre un gran progreso, aun más un nuevo 
                  nacimiento, como en el caso de Améri-ca Latina. En ningún 
                  momento se menciona el hecho que la evange-lización ha 
                  coincidido a menudo con la conquista y la coloniza-ción; 
                  que por lo tanto ella no fue entonces un anuncio de libera-ción, 
                  sino un instrumento de dominación y expoliación 
                  de los pue-blos. Ninguna referencia se hace, en el balance de 
                  los dos mile-nios, al papel histórico cumplido por el 
                  cristianismo en la legi-timación de las relaciones de 
                  dominación y por lo tanto en la génesis de la 
                  división actual del mundo.
                  Es cierto que, según el papa, el jubileo es un llamado 
                  al arrepentimiento. Este, sin embargo, no tiene como objeto 
                  peccados y errores de la iglesia, sino de sus hijos (33, 34, 
                  35, 36). Por lo demás, las culpas de los cristianos consisten 
                  sobre todo en haber desobedecido al magisterio de la iglesia 
                  y desconocido su doctrina social (36). Así es que "las 
                  debilidades de tantos hijos" de la iglesia, "han desfigurado 
                  su rostro" (35) pero no cuestionan su santidad , fundada 
                  en la" incorporación a Cristo" (33). También 
                  " la aquiescencia manifestada, especialmente en al-gunos 
                  siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia 
                  en el servicio a la verdad"( 35); o "la falta de discernimiento,que 
                  a veces llega a ser aprobación...frente a la violación 
                  de fundamentales derechos humanos" (36) o la " corre-sponsabilidad 
                  en graves formas de injusticia y de marginación so-cial" 
                  (36) se atribuyen a los "hijos de la iglesia", y no 
                  se vin-culan a la histórica alianza entre el trono y 
                  el altar y por lo tanto a la misma concepción de la evangelización. 
                  
                  
                  Hacia una "nueva evangelización" y un ecumenismo 
                  romanocéntricos
                 
                  Es evidente, a partir de estas premisas, que la "nueva 
                  evangelización" propugnada por el Papa para el Tercer 
                  Milenio se mantendrá en una continuidad fundamental con 
                  la historia que él llama a celebrar. Así el primer 
                  año de la preparación quinquenal tendrá 
                  como tema "Jesucristo, único Salvador del mundo, 
                  ayer, hoy y siempre"(40) y como guía el Catecismo 
                  de la Iglesia Católica (42). En el segundo año, 
                  al hablar del Espíritu Santo considerado el agente principal 
                  de la nueva evangelización(45), se procurará descubrir 
                  su presencia " que actúa en la Iglesia tanto sacramen-talmente, 
                  sobre todo por la Confirmación, como a través 
                  de los diversos carismas, tareas y ministerios que El ha suscitado 
                  para su bien" (45). La acción del Espíritu 
                  se invoca especialmente pa-ra fundamentar la autoridad de los 
                  apóstoles (45) y para suscitar "un más vivo 
                  sentido del valor de la obediencia eclesial" (47).
                  Por fin, las celebraciones del jubileo expresarán simbólica 
                  y realmente la centralidad de Cristo y de la iglesia romana:"Siendo 
                  Cristo el único camino al Padre, para destacar su presencia 
                  viva y salvífica en la Iglesia y en el mundo, se cele-brará 
                  en Roma, con ocasión del Gran Jubileo, el Congreso eucar-ístico 
                  internacional." (55)
                  El eclesiocentrismo católico influye necesariamente sobre 
                  la manera en que se conciben las relaciones con las otras confesio-nes 
                  cristianas y las otras religiones. Si bien es cierto para el 
                  papa que el ecumenismo ha de ser una dimensión esencial 
                  de las celebraciones jubilares, también es cierto que 
                  él no puede cue-stionar la superioridad del catolicismo.
                  Así, recorriendo a grandes rasgos la historia de la evange-lización, 
                  el papa se refiere casi exclusivamente a la iglesia católica. 
                  Hace una rápida alusión a las iglesias orientales, 
                  pe-ro quedan completamente ausentes de su panorama las iglesias 
                  evangélicas. Además, al interpretar el Antiguo 
                  Testamento y los jubileos ahí celebrados esencialmente 
                  como preparación y anuncio de la venida de Cristo, perjudica 
                  seriamente el encuentro con los judíos.
                  Por lo que concierne las religiones no cristianas, particu-larmente 
                  el budismo y el hinduismo, el papa considera importante el encuentro 
                  con ellas. Sin embargo, aclara:" Existe pues la ur-gente 
                  necesidad de un Sínodo, con ocasión del Gran Jubileo, 
                  que ilustre y profundice la verdad sobre Cristo como único 
                  Mediador entre Dios y los hombres, y como único Redentor 
                  del mundo, di-stinguiéndolo bien de los fundadores de 
                  otras grandes religiones, en las cuales también se encuentran 
                  elementos de verdad, que la Iglesia considera con sincero respeto, 
                  viendo en ellos un reflejo de la Verdad que ilumina a todos 
                  los hombres. En el 2000 deberá resonar con fuerza renovada 
                  la proclamación de la verdad: Ecce natus est nobis Salvator 
                  mundi." (38)
                  Desde las primeras paginas de la carta, el papa había 
                  indi-cado el fundamento de la superioridad del cristianismo 
                  sobre to-das las otras religiones: el hecho que su Fundador 
                  es el mismo Dios. "Encontramos aquí el punto esencial 
                  por el que el cristia-nismo se diferencia de las otras religiones, 
                  en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda 
                  de Dios por parte del hom-bre. El cristianismo comienza con 
                  la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo 
                  el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en 
                  Persona a hablar de sí al hombre..."(6).
                  El eclesiocentrismo no influye sólo en el contenido del 
                  ju-bileo sino también en la forma de su celebración. 
                  En esta per-spectiva pues, el centro de las celebraciones viene 
                  a ser la afluencia a Roma de los fieles de todo el mundo. Se 
                  preve para el año 2000 la llegada de 30 a 35 millones 
                  de peregrinos, con un promedio de 100.000 al día: la 
                  peregrinación más multitudinaria de la historia. 
                  Quizás un acontecimiento espiritual, pero induda-blemente 
                  un acontecimiento turístico de enorme peso económico 
                  y político, que acabará con prevalecer ya sea 
                  en el esfuerzo de or-ganización ya sea en la imagen que 
                  el jubileo proyectará a la opinión pública 
                  y por lo tanto en el proyecto de "nueva evangeli-zación 
                  " que realizará.
                  Si la celebración del V centenario de la evangelización 
                  de América fue marcadA por la alianza entre la iglesia 
                  católica y las grandes potencias del Norte y por la concepción 
                  de la evange-lización vinculada a esta alianza, la celebración 
                  del jubileo del 2000 será marcada a su vez por la alianza 
                  entre la iglesia católica y las fuerzas económicas 
                  y políticas involucradas en este fabuloso negocio y por 
                  la concepción de la evangelización vinculada a 
                  esta alianza.
                  Entonces, el eclesiocentrismo que atraviesa el proyecto wojtyliano 
                  de jubileo engendra en él una serie de contradiccio-nes. 
                  Pretende ser un tiempo de penitencia y conversión, pero 
                  al exaltar el modelo de evangelización desde el poder 
                  político y económico, legitima las relaciones 
                  de dominación que él ha favo-recido y por lo tanto 
                  la civilización colonialista occidental, llamada cristiana. 
                  Pretende impulsar un movimiento ecuménico, pero sin cuestionar 
                  la centralidad y superioridad del catolicismo sobre las otras 
                  confesiones y religiones.
                II 
                  -EL JUBILEO, MOVILIZACION PARA LA LIBERACION DE LOS OPRIMIDOS
                El 
                  jubileo en la historia de Israel y en la perspectiva de Jesús
                 
                  El jubileo cristiano pretende inspirarse en la tradición 
                  bíblica y sobre todo en el mensaje de Jesús. El 
                  papa recuerda que en el Antiguo testamento ( como se lee en 
                  el Levítico, 25 y en el Deuteronomio, 15, 1-11) el jubileo 
                  era un tiempo dedicado de ma-nera particular a Dios, en el cual 
                  se dejaba descansar la tier-ra, se tenía que liberar 
                  a los esclavos judíos, y remitir todas las deudas. Se 
                  proclamaba "la "emancipación" de todos 
                  los habi-tantes necesitados de liberación. En esta ocasión 
                  cada israelita recobraba la posesión de la tierra de 
                  sus padres, si eventualmen-te la había vendido o perdido 
                  al caer en esclavitud."(12) Por lo tanto" el año 
                  jubilar debía devolver la igualdad entre todos los hijos 
                  de Israel, y restablecer entre ellos la justicia social. Esto 
                  suponía un gobierno y una legislación orientados 
                  a proteger los más débiles, garantizando sus derechos 
                  contra la arrogancia de los ricos.(13)
                  Sobre este trasfondo, se entiende la profunda reinterpreta-ción 
                  del jubileo propuesta por Jesús, cuando se presenta al 
                  pue-blo de Nazareth citando el pasaje de Isaás. "El 
                  Espíritu del Se-ñor sobre mí, porque me 
                  ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva , me ha 
                  enviado a proclamar la liberación a los cau-tivos y la 
                  vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimi-dos y 
                  proclamar un año de gracia del Señor."(Lc 
                  4,16-19) En la perspectiva de Jesús entonces el jubileo 
                  es un tiempo de libera-ción integral, que expresa la 
                  sustancia de su misión.
                  Sin embargo, es difícil encontrar el reflejo de este 
                  plan-teamiento en la concepción wojtiliana del jubileo. 
                  En ella, el eclesiocentrismo eclipsa el punto de vista de los 
                  oprimidos. La evangelización que celebra y que pretende 
                  promover ha perdido cualquier relación con la liberación 
                  social; al contrario, se en-cuentra a menudo en contradicción 
                  con ella, convirtiéndose en le-galización de la 
                  esclavitud. Además, ella ha perdido toda rela-ción 
                  con el rescate de las tierras y se convierte a menudo en la 
                  justificación de la expropiación.
                  Así el carácter penitencial del jubileo se espiritualiza, 
                  y se expresa en un otorgamiento de indulgencias más amplio 
                  que en otros períodos. De los objetivos primarios del 
                  jubileo bíblico desaparece el de restablecer la igualdad 
                  entre los hijos de Israel y asume un papel central el proyecto 
                  eclesiocéntrico de la unidad de los cristianos.
                  Por cierto, está presente en las preocupaciones del papa 
                  la referencia a los pobres y marginados, objeto de una opción 
                  prefe-rencia de la iglesia: "Se debe decir ante todo que 
                  el compromiso por la justicia y por la paz en un mundo como 
                  el nuestro, marcado por tantos conflictos y por intolerables 
                  desigualdades sociales y económicas, es un aspecto sobresaliente 
                  de la preparación y de la celebración del Jubileo."(51) 
                  Sin embargo, esta sincera preocupa-ción no elimina la 
                  distancia entre el jubileo de la iglesia roma-na y el de la 
                  biblia; entre el jubileo proclamado por el papa y el proclamado 
                  por Jesús. En primer lugar, porque la referencia a los 
                  pobres y marginados ya no se encuentra en el centro del jubi-leo, 
                  sino que viene a ser un aspecto segundario, del cual el do-cumento 
                  papal se ocupa sólo al final, cuando explica el contenido 
                  del tercer año de preparación. Además esta 
                  referencia, que no ha-bla de liberación de los esclavos, 
                  ha perdido la carga socialmen-te subversiva que la caracterizaba 
                  en la concepción bíblica y so-bre todo en el jubileo 
                  proclamado por Jesús.
                 
                  Para un jubileo celebrado desde el punto de vista de los pueblos 
                  indígenas insurrectos
                 
                  Quiero ahora adelantar una propuesta, que pretende rescatar 
                  el sentido originario, penitencial y liberador, del jubileo 
                  y de-volverle a la opción por los pobres su papel central 
                  en la carac-terización del evento La idea brota de la 
                  coincidencia entre la transición del II al III milenio 
                  y el decenio internacional de los pueblos indígenas, 
                  proclamado por Naciones Unidas (10 de di-ciembre de 1994-10 
                  de diciembre de 2004). La propuesta es la de enfocar la transición 
                  del II al III milenio desde el punto de vi-sta de los pueblos 
                  indígenas, que emergen a la conciencia y la dignidad 
                  de sujetos
                  En el '92, ya lo hemos recordado, muchas personas, grupos, movimientos, 
                  comités, se han movilizado para rechazar las cele-braciones 
                  del V centenario de la conquista y la evangelización 
                  y sobre todo la ideologia que las inspiraba, la de los conquistado-res 
                  y dominadores. Este rechazo conllevaba la valoración 
                  del pun-to de vista de los pueblos indígenas sobre aquellas 
                  hazañas y so-bre el conjunto de la historia. Me parece 
                  igualmente urgente un análisis de la ideología 
                  que inspira el proyecto de celebración del milenio, entendido 
                  como exaltación de los 2000 años de civi-lización 
                  cristiana. Porque no se puede separar el juicio sobre los 500 
                  años del juicio sobre los 2000 años. La conquista 
                  y las conquistas generadoras de la modernidad son el desemboque 
                  natural de una ideología y una práctica imperiales, 
                  que han marcado de cabo en cabo toda nuestra era.
                  Por cierto, el imperialismo no marca sólo la era cristiana, 
                  sino que en esto ella se limita a prolongar ideologías 
                  y practi-cas anteriores. Sin embargo, este es, para los creyentes 
                  el cora-zon del problema que los angustia: ¿porqué 
                  el cristianismo no ha cambiado la historia? ¿ Porqué 
                  no ha logrado quebrar la ley del más fuerte, sino que 
                  se ha doblegado ante ella? ¿ Porqué el men-saje 
                  liberador lanzado por Jesús se ha converito tantas veces, 
                  en la interpretación propuesta por las iglesias, en un 
                  llamado al sometimiento y la resignación ?¿ Es 
                  legítimo pensar que el cri-stianismo no ha cambiado el 
                  mundo porque el mundo ha cambiado el cristianismo?
                  Interrogarse sobre el sentido de los dos milenios pasados quiere 
                  decir intentar una evaluación de la civilización 
                  occiden-tal cristiana y por lo tanto también de la evangelizacion. 
                  Inter-rogarse sobre las perspectivas del tercer milenio quiere 
                  decir preguntarse si él tiene que representar un desarrollo 
                  coherente de los dos primeros o si no se impone, con respecto 
                  a ellos, una ruptura y una inversión de tendencia.
                  Afirmar, en este contexto, nuestra identificación con 
                  los pueblos indígenas significa asumir su punto de vista 
                  para evaluar la historia pasada y proyectar la historia futura; 
                  asumir el punto de vista de los excluídos de nuestra 
                  civilización y no el de los dominadores. Una opción 
                  de civilización que no se puede separar de una opción 
                  de vida.
                  Enfocar el jubileo desde el punto de vista de los excluídos 
                  significa rescatar su sentido originario, penitencial y libera-dor, 
                  redescubrir su carca subversiva. Significa para las iglesias 
                  relanzar el mensaje de Jesús, comprometiéndose 
                  al lado de los pueblos indígenas y de todos los oprimidos 
                  del mundo en su lucha liberadora, es decir en su esfuerzo por 
                  afirmarse como sujetos históricos. Significa denunciar 
                  valientemente el crimen y el pe-cado estructurales de la marginación 
                  de las grandes mayorías de la humanidad y la ideologia 
                  liberal que los inspira. Significa por tanto poner en el centro 
                  de la mobilización jubilar no la unidad entre las iglesias 
                  sino la solidaridad entre los pueblos y continentes; una reconciliación 
                  que no transforme tan sólo las relaciones interpersonales, 
                  sino sobre todo las relaciones estructurales entre el Norte 
                  y el Sur del mundo.
                  Significa además luchar para que los países ricos 
                  remitan la deuda de los pobres, que se ha convertido en el instrumento 
                  más mortífero de explotación y dominación; 
                  aún más para que re-conozcan su propia deuda histórica 
                  con ellos y se comprometan en pagarla. Significa por fin apoyar 
                  a los pueblos indígenas en la lucha que llevan para recuperar 
                  la tierra de sus padres, violen-tamente secuestrada por los 
                  conquistadores de ayer y de hoy.
                El 
                  jubileo del 2000, tiempo de conversión para las iglesias 
                  
                 
                  Enfocar el jubileo desde el punto de vista de los pueblos indígenas 
                  les impone también a las iglesias reconocer la respon-sabilidad 
                  en la génesis de una civilización genocida no 
                  sólo de los cristianos, sino de las iglesias como tales 
                  y de su práctica evangelizadora, cuestionando entonces 
                  el proyecto jubilar de au-tocelebración y comprometiéndose 
                  en cambio en el camino de la conversión. Les impone entonces 
                  asumir hoy hasta las últimas con-secuencias la opción 
                  por los oprimidos, tomando partido al lado de los pueblos que 
                  han contribuido y contribuyen a someter; re-conociendo ellas 
                  también , con respecto a aquellos pueblos, su deuda histórica, 
                  cultural y económica y comprometiéndose a pagar-la.
                  La celebración más cristiana del jubileo de parte 
                  de las iglesias sería la iniciativa de devolverles a 
                  los pueblos indíge-nas las tierras que les fueron arrebatadas 
                  por los conquistadores 
                  y colonizadores y que forman parte ahora del patrimonio eclesiá-stico. 
                  En este sentido parece extremadamente importante valorar el 
                  testimonio, muchas veces desconocido o clandestino, de los sa-cerdotes 
                  y obispos que han tenido el valor de reconocer en la práctica 
                  esta deuda histórica de la iglesia y han empezado a pa-garla, 
                  enfrentándose a la persecución no sólo 
                  de los terraten-dientes, de los gobiernos, y de las bandas paramilitares 
                  ,sino también de sus hermanos en el sacerdocio y el episcopado 
                  y de la Curia Romana. 
                  El anuncio de liberación lanzado por las iglesias al 
                  mundo no tendría ninguna credibilidad si ellas no tuvieran 
                  el valor de ratificarlo, como lo hizo Jesús, con su testimonio 
                  y su compromi-so. Para todas las iglesias locales la celebración 
                  del jubileo sería más auténtica si destinaran 
                  al servicio de los oprimidos y de su liberación todos 
                  los recursos que iban n a invertir en la organización 
                  de masivas peregrinaciones hacia el "Centro de la cristiandad".Porque 
                  el auténtico centro de la cristiandad es el Señor 
                  presente en la vida, el sufrimiento y la lucha de los opri-midos.
                El 
                  testimonio profético y subversivo de Mons.Proaño
                 
                  Asume en esta perspectiva un valor ejemplar la figura de Mons. 
                  Leónidas Proaño, obispo de Riobamba, Ecuador, 
                  quien con-sagró su vida a promover el protagonismo de 
                  los pueblos indios en la sociedad y la iglesia, devolviéndoles 
                  el orgullo de ser in-dios, herederos de grandes culturas y religiones. 
                  Sin embargo, él no se limitó a un compromiso politico 
                  y cultural sino que llegó a entregar las tierras de la 
                  diócesis a los indios, reconociendo su derecho histórico 
                  sobre ellas y considerando este gesto sencilla-mente una devolución. 
                  
                  Quiero recordar esta página gloriosa de la historia de 
                  la iglesia, con las palabras del mismo Proaño:"En 
                  efecto, la pobla-ción de la diócesis de Riobamba 
                  en sus dos tercios estaba compue-sta por indígenas. Encontré 
                  que su situación era deplorable desde todo punto de vista: 
                  económico, social, educativo, polític, reli-gioso. 
                  Vivían en la más completa miseria; eran víctimas 
                  del de-sprecio de todo el mundo; se encontraban terriblemente 
                  marginados por la sociedad e inclusive por la iglesia. La Iglesia 
                  de Riobam-ba era dueña de extensiones considerables de 
                  tierra, como here-dera de sistemas postcoloniales. Era una vergüenza. 
                  Pero la rea-lidad era esta.
                  Con las autorizaciones eclesásticas necesarias, la iglesia 
                  procedió mediante un largo proceso preparatorio a entregar 
                  gra-tuitamente 370 hectarias de tierra a una cooperativa de 
                  familias indígenas, promovida por la misma iglesia.
                  Poco tiempo depués, cuando el gobierno de Ecuador de 
                  enton-ces dictó la primera ley de reforma agraria, la 
                  iglesia, mediante convenio, hizo entrega de una de sus propiedades 
                  más grandes, pa-ra que se llevara a cabo la reforma agraria 
                  entre miles de fami-lias indígenas. Con el mismo objetivo, 
                  años más tarde, se de-sprendió del resto 
                  de sus propiedades.
                  La iglesia de Riobamba purificó así su rostro, 
                  secularmente manchado con la marca de gran propietaria. Y así, 
                  con el rostro limpio, pudo ponerse del lado de "los más 
                  pobres entre los po-bres" en su justa lucha por reivindicar 
                  su derecho a la tierra". 
                  Las iniciativas de Proaño tuvieron sobre los indios un 
                  impacto concientizador y mobilizador, empujándolos a 
                  reclamarles sus tierras a los otros terratenientes y obispos. 
                  De aquí la guerra que le declararon por un lado los terratenientes 
                  y por el otro los mismos obispos. De aquí también 
                  las preocupaciones que el Vaticano manifestó con respecto 
                  a su orientación ideológica y pastoral, inviándole, 
                  en 1973, un visitador apostólico, encarga-go de verificar 
                  las acusaciones de comunismo dirigidas en contra de él. 
                  Empezó de esta manera un proceso de "desproanización", 
                  que continúa y se fortalece después de su muerte, 
                  y que pretende no sólo deslegitimar y bloquear sus iniciativas 
                  sino también de-struir el mensaje evangélicamente 
                  subversivo de su pensamiento teológico y pastoral. 
                  
                  El jubileo, tiempo de apertura macroecuménica
                 
                  De lo que se trata para las iglesias no es sólo de devol-verles 
                  las tierras a sus legítimos propietarios, sino también 
                  de reconocer su responsabilidad en el genocidio cultural y religioso 
                  de los indígenas y por lo tanto de cuestionar honradamente 
                  la concepción de la evangelización que ha legitimado 
                  aquellos crími-nes objetivos ( sin por eso desconocer 
                  la buena fe y la entrega de muchos misioneros). 
                  En este contexto, el ecumenismo del jubileo está llamado 
                  a realizar un salto de calidad. Primero, rebasando las fronteras 
                  de las iglesias, para extenderse a todas las religiones comprometi-das 
                  en la liberación de los hombres y de los pueblos, y muy 
                  espe-cialmente a las religiones originarias de los pueblos indígenas. 
                  Segundo, estableciendo con ellas una relación de diálogo 
                  y reci-procidad y abandonando el presupuesto de la superioridad 
                  y cen-tralidad histórica del cristianismo. Tercero, poniendo 
                  expresa-mente entre los objetivos comunes la campaña 
                  por la devolución de las tierras a los pueblos indígenas 
                  de parte de las iglesias. Cuarto, especialmente para las iglesias 
                  que tienen una fuerte presencia indígena, el ecumenismo 
                  supone la capacidad de recono-cer y cuestionar su identificación 
                  histórica con la cultura euro-pea y de renovarse promoviendo 
                  el papel protagónico de los pro-pios indígenas, 
                  contribuyendo al rescate de sus culturas y reli-giones y abriéndose 
                  a su aporte: lo que significa transformarse en una iglesia india, 
                  promover una liturgia india, una lectura india de la biblia, 
                  una teología india, etc. Para la iglesia uni-versal, 
                  estas experiencias de iglesias locales representan un llamado 
                  radical a una conversión y movilización , coherentes 
                  con la opción por los oprimidos como sujetos.
                 
                  Quiero concluir esta reflexión recordando las palabras 
                  pro-nunciadas por Mons. Proaño en la cama, pocas horas 
                  antes de su muerte:"Me viene una idea, me sobreviene una 
                  idea: de que la iglesia es la única responsable de la 
                  situación de opresión de los indios. ¡Qué 
                  dolor! ¡Qué dolor !Yo estoy cargando con este peso 
                  de siglos. ¡Qué dolor! ¡ Qué dolor!" 
                  Este testamento es una provocación extraordinaraimente 
                  eficaz a una relectura evangéli-ca del jubileo como llamado 
                  al arrepentimiento y la conversión para las iglesias 
                  y como anuncio de liberación para los pobres.
                
                JUBILEO 
                  DEL AÑO 2000: ¿ CENTRALIDAD DE LA IGLESIA 
                  O DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS? 
                  I -EL JUBILEO, REAFIRMACION DE LA CENTRALIDAD DE LA IGLESIA 
                  
                  El jubileo del 2000, momento culminante 
                  en la historia humana y cristiana 
                  El jubileo del 2000, celebracion de la centralidad histórica 
                  
                  de Cristo y de la iglesia católica romana 
                  Hacia una "nueva evangelización" y un ecumenismo 
                  
                  romanocéntricos 
                  II -EL JUBILEO, MOVILIZACION PARA LA LIBERACION 
                  DE LOS OPRIMIDOS 
                  El jubileo en la historia de Israel y en la perspectiva de Jesús 
                  
                  Para un jubileo celebrado desde el punto de vista 
                  de los pueblos indígenas insurrectos 
                  El jubileo del 2000, tiempo de conversión para las iglesias 
                  
                  El testimonio profético y subversivo de Mons.Proaño 
                  
                  El jubileo, tiempo de apertura macroecuménica