Giulio Girardi
filosofo e teologo della liberazione

 


Jubileo del año 2000
¿ centralidad de la Iglesia o de los pueblos oprimidos?

di Giulio Girardi

El proyecto de celebrar el V centenario del "descubrimiento de América" y de la "primera evangelización" de aquel continente suscitó en su momento reacciones fuertemente polémicas, especial-mente por parte de los pueblos indígenas, pero también de otros sectores de la opinión pública latinoamericana y mundial: surgió así la campaña 500 años de resistencia indígena, negra y popular.
Porque desde el punto de vista de los pueblos indígenas, el proyecto aquel no era inocente, sino que reflejaba una cultura de dominación ya sea en la interpretación del pasado ya sea en las perspectivas de futuro.
Ahora, la tesis que quiero someter hoy a la reflexión es que el proyecto de jubileo, elaborado por la iglesia católica insti-tucional y presentado especialmente en la carta apostólica Ter-tio Millennio Adveniente , es también la expresión de una ideo-logía, la misma que ha inspirado la celebración de la "primera evangelización de América". El Jubileo 2000 y su preparación tendrán entonces que provocar, en la iglesia y la sociedad, una lucha ideológica no menos significativa que la del V centenario, en la que volverán a contraponerse dos puntos de vista sobre la historia y dos concepciones del cristianismo. Sin embargo, es muy probable que, para este combate, los llamados a la movilización no vendrán de los pueblos periféricos sino de los cristianos eu-ropeos, más directamente involucrados en las celebraciones.
Para entender desde adentro el proyecto jubilar de Karol Wojtila , es esencial referirse al lugar antropológico y teológi-co en el cual él se ubica para leer la historia: la iglesia cat-ólica romana, considerada como el espacio privilegiado de la pre-sencia y la manifestación de Dios. Analizar y evaluar este proyecto en una perspectiva evangélica significa, en cambio, en-focarlo, como lo hicimos para el proyecto del V centenario, desde el punto de vista de los pueblos oprimidos, y en primer lugar de los indígenas, valorando la coincidencia significativa y provi-dencial entre la transición del segundo al tercer milenio y el decenio internacional de los pueblos indígenas, proclamado por Naciones Unidas (1994-2004).
Queremos aquí comparar estas dos concepciones del jubileo (y, por supuesto, del cristianismo) para invitar a los creyentes tomar partidoentre ellas, como tuvieron que hacerlo en el año '92 entre las dos lecturas del V centenario.

I -EL JUBILEO, REAFIRMACION DE LA CENTRALIDAD DE LA IGLESIA


La concepción del jubileo propuesta por Juan Pablo II está sintetizada en las primeras páginas del documento.:"Los dos mil años del nacimiento de Cristo representan un Jubileo extraordi-nariamente grande no sólo para los cristianos, sino indirectamen-te para toda la humanidad, dado el papel primordial que el cri-stianismo ha jugado en estos dos milenios. Es significativo que el cómputo del transcurso de los años se haga casi en todas par-tes a partir de la venida de Cristo al mundo, la cual se convier-te así en el centro del calendario más utilizado hoy. ¿Acaso no es también esto un signo de la incomparable aportación que para la historia universal ha significado el nacimiento de Jesús de Nazaret?" (15)
Esta presentación incluye esencialmente dos afirmaciones:
1ª El jubileo del 2000 es un momento culminante en la hi-storia humana y cristiana.
2ª El jubileo del 2000 tiene que ser una solemne reafirma-ción de la centralidad de Cristo, del cristianismo y de la igle-sia católica romana en la historia.

El jubileo del 2000, momento culminante en la historia humana y cristiana


Es interesante analizar, en la perspectiva del papa, la re-lación entre el jubileo y el conjunto de la historia. Este acontecimiento es para él una clave hermeneútica de todo su pon-tificado , como afirma explícitamente: " la preparación del Año 2000 es casi una de sus claves hermenéutica"(23). Al jubileo del 2000 Juan Pablo II se refiere desde su primer documento, la Carta Enciclica Redemptor Hominis y sobre este tema vuelve después mu-chas otras veces, especialmente en la Encíclica Dominum et vivi-ficantem (18 de mayo de 1986). (23)
Sin embargo, el papa extiende este criterio hermeneútico a toda la historia, convencido de que " en la historia de la Igle-sia cada jubileo es preparado por la divina Providencia". (17). Concretamente,"el Concilio Vaticano II constituye un aconteci-miento providencial, gracias al cual la Iglesia ha iniciado la preparación próxima del Jubileo del segundo milenio"(18). Esta preparación se desarrolla con" la serie de Sínodos , que han se-guido el Concilio Vaticano II: Sínodos generales y Sínodos conti-nentales, regionales, nacionales y diocesanos", cuyo " tema de fondo es...el de la nueva evangelización" marcado "por una con-ciencia nueva de la misión salvífica recibida de Cristo" (21).
En esta preparación,"esperan al ministerio del Obispo de Ro-ma tareas y responsabilidades específicas. En esta línea han ac-tuado de algún modo todos los Pontífices del siglo que está por acabar."(22)
Además se le reconoce " un papel propio a las Iglesias par-ticulares, que con sus jubileos celebran etapas significativas de la historia de salvación de los diversos pueblos."(25) Estos ju-bileos celebran en las distintas regiones del mundo el inicio de la evangelización: y es particularmente significativa para noso-tros la continuidad que el papa afirma entre el V centenario de la evangelización de America Latina y el segundo milenario de la Encarnación (25)"En la perspectiva de la preparación del Año 2000" Juan Pablo II sitúa también "los Años Santos celebrados en el último período de este siglo." (26) Particular atención le de-dica al Año Mariano 1987/88, que "fue como una anticipación del Jubileo, incluyendo en sí mucho de lo que se deberá expresar ple-namente en el Año 2000."(26) Su importancia procede también de que"precedió de cerca a los acontecimientos de 1989", en los cua-les" operaba con premura materna la mano invisible de la Provi-dencia." (27)
"Las múltiples celebraciones jubilares de estas Iglesias y de las Comunidades que en ellas reconocen el origen de su aposto-licidad evocan el camino de Cristo en los siglos y contribuyen también al gran Jubileo del final del segundo milenio. Vista así, toda la historia cristiana aparece como un único río, al que mu-chos afluentes vierten sus aguas. El Año 2000 nos invita a encon-trarnos con renovada fidelidad y profunda comunión en las orillas de este gran río: el río de la Revelación, del Cristianismo y de la Iglesia, que corre a través de la historia de la humanidad." (25)
En una palabra, la centralidad histórica que Juan Pablo II le atribuye al jubileo del 2000 se funda en que él representaría un momento culminante en la evangelización del mundo. Esta con-vicción es la que le permite afirmar: "En cuanto al contenido, este Gran Jubileo será, en cierto modo, igual a cualquier otro. Pero, al mismo tiempo, será diverso y más importante que los an-teriores." (16)" La Puerta Santa del Jubileo del 2000 deberá ser simbólicamente más grande que las precedentes, porque la humani-dad, alcanzando esta meta, se echará a la espalda no sólo un si-glo, sino un milenio" (33)
Si es bastante claro , aunque discutible, el fundamento objetivo de la centralidad que el papa le atribuye al cristiani-smo en la historia de la humanidad, es menos evidente el funda-mento de la centralidad histórica del próximo jubileo: no es fácil entender porqué los multiples acontecimientos evocados de-sembocan en el año 2000 y sobre qué base se les atribuye la fun-ción providencial de "preparar" aquella celebración, reconocié-ndola como momento culminante en la historia de la evangeliza-ción. Resulta difícil excluir la hipótesis de que Juan Pablo II proyecte sobre esta interpretación de los hechos la convicción personal de que su pontificado tiene, en el plano providencial, un papel histórico central, por ser llamado a guiar la iglesia hacia el Tercer Milenio.

El jubileo del 2000, celebracion de la centralidad histórica de Cristo y de la iglesia católica romana

 

El carácter fundamental del jubileo del 2000 , para Juan Pa-blo II, es la celebración de la centralidad de Cristo, y por eso mismo del cristianismo y de la iglesia católica romana en la hi-storia. Es propio de la teología de la cristiandad afirmar el vínculo estrecho entre la centralidad histórica de Cristo y la del cristianismo, identificado con la iglesia católica romana."El Jubileo del Año 2000 quiere ser una gran plegaria de alabanza y de acción de gracias sobre todo por el don de la Encarnación del Hijo de Dios y de la Redención realizada por El... Además... por el don de la Iglesia, fundada por Cristo como "sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano".(32)
Para Juan Pablo II, las etapas fundamentales de la historia están marcadas en cada pueblo y continente por el "camino de Cri-sto", es decir de la evangelización. Esta sería siempre un gran progreso, aun más un nuevo nacimiento, como en el caso de Améri-ca Latina. En ningún momento se menciona el hecho que la evange-lización ha coincidido a menudo con la conquista y la coloniza-ción; que por lo tanto ella no fue entonces un anuncio de libera-ción, sino un instrumento de dominación y expoliación de los pue-blos. Ninguna referencia se hace, en el balance de los dos mile-nios, al papel histórico cumplido por el cristianismo en la legi-timación de las relaciones de dominación y por lo tanto en la génesis de la división actual del mundo.
Es cierto que, según el papa, el jubileo es un llamado al arrepentimiento. Este, sin embargo, no tiene como objeto peccados y errores de la iglesia, sino de sus hijos (33, 34, 35, 36). Por lo demás, las culpas de los cristianos consisten sobre todo en haber desobedecido al magisterio de la iglesia y desconocido su doctrina social (36). Así es que "las debilidades de tantos hijos" de la iglesia, "han desfigurado su rostro" (35) pero no cuestionan su santidad , fundada en la" incorporación a Cristo" (33). También " la aquiescencia manifestada, especialmente en al-gunos siglos, con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad"( 35); o "la falta de discernimiento,que a veces llega a ser aprobación...frente a la violación de fundamentales derechos humanos" (36) o la " corre-sponsabilidad en graves formas de injusticia y de marginación so-cial" (36) se atribuyen a los "hijos de la iglesia", y no se vin-culan a la histórica alianza entre el trono y el altar y por lo tanto a la misma concepción de la evangelización.

Hacia una "nueva evangelización" y un ecumenismo romanocéntricos

Es evidente, a partir de estas premisas, que la "nueva evangelización" propugnada por el Papa para el Tercer Milenio se mantendrá en una continuidad fundamental con la historia que él llama a celebrar. Así el primer año de la preparación quinquenal tendrá como tema "Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre"(40) y como guía el Catecismo de la Iglesia Católica (42). En el segundo año, al hablar del Espíritu Santo considerado el agente principal de la nueva evangelización(45), se procurará descubrir su presencia " que actúa en la Iglesia tanto sacramen-talmente, sobre todo por la Confirmación, como a través de los diversos carismas, tareas y ministerios que El ha suscitado para su bien" (45). La acción del Espíritu se invoca especialmente pa-ra fundamentar la autoridad de los apóstoles (45) y para suscitar "un más vivo sentido del valor de la obediencia eclesial" (47).
Por fin, las celebraciones del jubileo expresarán simbólica y realmente la centralidad de Cristo y de la iglesia romana:"Siendo Cristo el único camino al Padre, para destacar su presencia viva y salvífica en la Iglesia y en el mundo, se cele-brará en Roma, con ocasión del Gran Jubileo, el Congreso eucar-ístico internacional." (55)
El eclesiocentrismo católico influye necesariamente sobre la manera en que se conciben las relaciones con las otras confesio-nes cristianas y las otras religiones. Si bien es cierto para el papa que el ecumenismo ha de ser una dimensión esencial de las celebraciones jubilares, también es cierto que él no puede cue-stionar la superioridad del catolicismo.
Así, recorriendo a grandes rasgos la historia de la evange-lización, el papa se refiere casi exclusivamente a la iglesia católica. Hace una rápida alusión a las iglesias orientales, pe-ro quedan completamente ausentes de su panorama las iglesias evangélicas. Además, al interpretar el Antiguo Testamento y los jubileos ahí celebrados esencialmente como preparación y anuncio de la venida de Cristo, perjudica seriamente el encuentro con los judíos.
Por lo que concierne las religiones no cristianas, particu-larmente el budismo y el hinduismo, el papa considera importante el encuentro con ellas. Sin embargo, aclara:" Existe pues la ur-gente necesidad de un Sínodo, con ocasión del Gran Jubileo, que ilustre y profundice la verdad sobre Cristo como único Mediador entre Dios y los hombres, y como único Redentor del mundo, di-stinguiéndolo bien de los fundadores de otras grandes religiones, en las cuales también se encuentran elementos de verdad, que la Iglesia considera con sincero respeto, viendo en ellos un reflejo de la Verdad que ilumina a todos los hombres. En el 2000 deberá resonar con fuerza renovada la proclamación de la verdad: Ecce natus est nobis Salvator mundi." (38)
Desde las primeras paginas de la carta, el papa había indi-cado el fundamento de la superioridad del cristianismo sobre to-das las otras religiones: el hecho que su Fundador es el mismo Dios. "Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristia-nismo se diferencia de las otras religiones, en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hom-bre. El cristianismo comienza con la Encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre..."(6).
El eclesiocentrismo no influye sólo en el contenido del ju-bileo sino también en la forma de su celebración. En esta per-spectiva pues, el centro de las celebraciones viene a ser la afluencia a Roma de los fieles de todo el mundo. Se preve para el año 2000 la llegada de 30 a 35 millones de peregrinos, con un promedio de 100.000 al día: la peregrinación más multitudinaria de la historia. Quizás un acontecimiento espiritual, pero induda-blemente un acontecimiento turístico de enorme peso económico y político, que acabará con prevalecer ya sea en el esfuerzo de or-ganización ya sea en la imagen que el jubileo proyectará a la opinión pública y por lo tanto en el proyecto de "nueva evangeli-zación " que realizará.
Si la celebración del V centenario de la evangelización de América fue marcadA por la alianza entre la iglesia católica y las grandes potencias del Norte y por la concepción de la evange-lización vinculada a esta alianza, la celebración del jubileo del 2000 será marcada a su vez por la alianza entre la iglesia católica y las fuerzas económicas y políticas involucradas en este fabuloso negocio y por la concepción de la evangelización vinculada a esta alianza.
Entonces, el eclesiocentrismo que atraviesa el proyecto wojtyliano de jubileo engendra en él una serie de contradiccio-nes. Pretende ser un tiempo de penitencia y conversión, pero al exaltar el modelo de evangelización desde el poder político y económico, legitima las relaciones de dominación que él ha favo-recido y por lo tanto la civilización colonialista occidental, llamada cristiana. Pretende impulsar un movimiento ecuménico, pero sin cuestionar la centralidad y superioridad del catolicismo sobre las otras confesiones y religiones.

II -EL JUBILEO, MOVILIZACION PARA LA LIBERACION DE LOS OPRIMIDOS

El jubileo en la historia de Israel y en la perspectiva de Jesús

El jubileo cristiano pretende inspirarse en la tradición bíblica y sobre todo en el mensaje de Jesús. El papa recuerda que en el Antiguo testamento ( como se lee en el Levítico, 25 y en el Deuteronomio, 15, 1-11) el jubileo era un tiempo dedicado de ma-nera particular a Dios, en el cual se dejaba descansar la tier-ra, se tenía que liberar a los esclavos judíos, y remitir todas las deudas. Se proclamaba "la "emancipación" de todos los habi-tantes necesitados de liberación. En esta ocasión cada israelita recobraba la posesión de la tierra de sus padres, si eventualmen-te la había vendido o perdido al caer en esclavitud."(12) Por lo tanto" el año jubilar debía devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel, y restablecer entre ellos la justicia social. Esto suponía un gobierno y una legislación orientados a proteger los más débiles, garantizando sus derechos contra la arrogancia de los ricos.(13)
Sobre este trasfondo, se entiende la profunda reinterpreta-ción del jubileo propuesta por Jesús, cuando se presenta al pue-blo de Nazareth citando el pasaje de Isaás. "El Espíritu del Se-ñor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva , me ha enviado a proclamar la liberación a los cau-tivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimi-dos y proclamar un año de gracia del Señor."(Lc 4,16-19) En la perspectiva de Jesús entonces el jubileo es un tiempo de libera-ción integral, que expresa la sustancia de su misión.
Sin embargo, es difícil encontrar el reflejo de este plan-teamiento en la concepción wojtiliana del jubileo. En ella, el eclesiocentrismo eclipsa el punto de vista de los oprimidos. La evangelización que celebra y que pretende promover ha perdido cualquier relación con la liberación social; al contrario, se en-cuentra a menudo en contradicción con ella, convirtiéndose en le-galización de la esclavitud. Además, ella ha perdido toda rela-ción con el rescate de las tierras y se convierte a menudo en la justificación de la expropiación.
Así el carácter penitencial del jubileo se espiritualiza, y se expresa en un otorgamiento de indulgencias más amplio que en otros períodos. De los objetivos primarios del jubileo bíblico desaparece el de restablecer la igualdad entre los hijos de Israel y asume un papel central el proyecto eclesiocéntrico de la unidad de los cristianos.
Por cierto, está presente en las preocupaciones del papa la referencia a los pobres y marginados, objeto de una opción prefe-rencia de la iglesia: "Se debe decir ante todo que el compromiso por la justicia y por la paz en un mundo como el nuestro, marcado por tantos conflictos y por intolerables desigualdades sociales y económicas, es un aspecto sobresaliente de la preparación y de la celebración del Jubileo."(51) Sin embargo, esta sincera preocupa-ción no elimina la distancia entre el jubileo de la iglesia roma-na y el de la biblia; entre el jubileo proclamado por el papa y el proclamado por Jesús. En primer lugar, porque la referencia a los pobres y marginados ya no se encuentra en el centro del jubi-leo, sino que viene a ser un aspecto segundario, del cual el do-cumento papal se ocupa sólo al final, cuando explica el contenido del tercer año de preparación. Además esta referencia, que no ha-bla de liberación de los esclavos, ha perdido la carga socialmen-te subversiva que la caracterizaba en la concepción bíblica y so-bre todo en el jubileo proclamado por Jesús.


Para un jubileo celebrado desde el punto de vista de los pueblos indígenas insurrectos

Quiero ahora adelantar una propuesta, que pretende rescatar el sentido originario, penitencial y liberador, del jubileo y de-volverle a la opción por los pobres su papel central en la carac-terización del evento La idea brota de la coincidencia entre la transición del II al III milenio y el decenio internacional de los pueblos indígenas, proclamado por Naciones Unidas (10 de di-ciembre de 1994-10 de diciembre de 2004). La propuesta es la de enfocar la transición del II al III milenio desde el punto de vi-sta de los pueblos indígenas, que emergen a la conciencia y la dignidad de sujetos
En el '92, ya lo hemos recordado, muchas personas, grupos, movimientos, comités, se han movilizado para rechazar las cele-braciones del V centenario de la conquista y la evangelización y sobre todo la ideologia que las inspiraba, la de los conquistado-res y dominadores. Este rechazo conllevaba la valoración del pun-to de vista de los pueblos indígenas sobre aquellas hazañas y so-bre el conjunto de la historia. Me parece igualmente urgente un análisis de la ideología que inspira el proyecto de celebración del milenio, entendido como exaltación de los 2000 años de civi-lización cristiana. Porque no se puede separar el juicio sobre los 500 años del juicio sobre los 2000 años. La conquista y las conquistas generadoras de la modernidad son el desemboque natural de una ideología y una práctica imperiales, que han marcado de cabo en cabo toda nuestra era.
Por cierto, el imperialismo no marca sólo la era cristiana, sino que en esto ella se limita a prolongar ideologías y practi-cas anteriores. Sin embargo, este es, para los creyentes el cora-zon del problema que los angustia: ¿porqué el cristianismo no ha cambiado la historia? ¿ Porqué no ha logrado quebrar la ley del más fuerte, sino que se ha doblegado ante ella? ¿ Porqué el men-saje liberador lanzado por Jesús se ha converito tantas veces, en la interpretación propuesta por las iglesias, en un llamado al sometimiento y la resignación ?¿ Es legítimo pensar que el cri-stianismo no ha cambiado el mundo porque el mundo ha cambiado el cristianismo?
Interrogarse sobre el sentido de los dos milenios pasados quiere decir intentar una evaluación de la civilización occiden-tal cristiana y por lo tanto también de la evangelizacion. Inter-rogarse sobre las perspectivas del tercer milenio quiere decir preguntarse si él tiene que representar un desarrollo coherente de los dos primeros o si no se impone, con respecto a ellos, una ruptura y una inversión de tendencia.
Afirmar, en este contexto, nuestra identificación con los pueblos indígenas significa asumir su punto de vista para evaluar la historia pasada y proyectar la historia futura; asumir el punto de vista de los excluídos de nuestra civilización y no el de los dominadores. Una opción de civilización que no se puede separar de una opción de vida.
Enfocar el jubileo desde el punto de vista de los excluídos significa rescatar su sentido originario, penitencial y libera-dor, redescubrir su carca subversiva. Significa para las iglesias relanzar el mensaje de Jesús, comprometiéndose al lado de los pueblos indígenas y de todos los oprimidos del mundo en su lucha liberadora, es decir en su esfuerzo por afirmarse como sujetos históricos. Significa denunciar valientemente el crimen y el pe-cado estructurales de la marginación de las grandes mayorías de la humanidad y la ideologia liberal que los inspira. Significa por tanto poner en el centro de la mobilización jubilar no la unidad entre las iglesias sino la solidaridad entre los pueblos y continentes; una reconciliación que no transforme tan sólo las relaciones interpersonales, sino sobre todo las relaciones estructurales entre el Norte y el Sur del mundo.
Significa además luchar para que los países ricos remitan la deuda de los pobres, que se ha convertido en el instrumento más mortífero de explotación y dominación; aún más para que re-conozcan su propia deuda histórica con ellos y se comprometan en pagarla. Significa por fin apoyar a los pueblos indígenas en la lucha que llevan para recuperar la tierra de sus padres, violen-tamente secuestrada por los conquistadores de ayer y de hoy.

El jubileo del 2000, tiempo de conversión para las iglesias

Enfocar el jubileo desde el punto de vista de los pueblos indígenas les impone también a las iglesias reconocer la respon-sabilidad en la génesis de una civilización genocida no sólo de los cristianos, sino de las iglesias como tales y de su práctica evangelizadora, cuestionando entonces el proyecto jubilar de au-tocelebración y comprometiéndose en cambio en el camino de la conversión. Les impone entonces asumir hoy hasta las últimas con-secuencias la opción por los oprimidos, tomando partido al lado de los pueblos que han contribuido y contribuyen a someter; re-conociendo ellas también , con respecto a aquellos pueblos, su deuda histórica, cultural y económica y comprometiéndose a pagar-la.
La celebración más cristiana del jubileo de parte de las iglesias sería la iniciativa de devolverles a los pueblos indíge-nas las tierras que les fueron arrebatadas por los conquistadores
y colonizadores y que forman parte ahora del patrimonio eclesiá-stico. En este sentido parece extremadamente importante valorar el testimonio, muchas veces desconocido o clandestino, de los sa-cerdotes y obispos que han tenido el valor de reconocer en la práctica esta deuda histórica de la iglesia y han empezado a pa-garla, enfrentándose a la persecución no sólo de los terraten-dientes, de los gobiernos, y de las bandas paramilitares ,sino también de sus hermanos en el sacerdocio y el episcopado y de la Curia Romana.
El anuncio de liberación lanzado por las iglesias al mundo no tendría ninguna credibilidad si ellas no tuvieran el valor de ratificarlo, como lo hizo Jesús, con su testimonio y su compromi-so. Para todas las iglesias locales la celebración del jubileo sería más auténtica si destinaran al servicio de los oprimidos y de su liberación todos los recursos que iban n a invertir en la organización de masivas peregrinaciones hacia el "Centro de la cristiandad".Porque el auténtico centro de la cristiandad es el Señor presente en la vida, el sufrimiento y la lucha de los opri-midos.

El testimonio profético y subversivo de Mons.Proaño

Asume en esta perspectiva un valor ejemplar la figura de Mons. Leónidas Proaño, obispo de Riobamba, Ecuador, quien con-sagró su vida a promover el protagonismo de los pueblos indios en la sociedad y la iglesia, devolviéndoles el orgullo de ser in-dios, herederos de grandes culturas y religiones. Sin embargo, él no se limitó a un compromiso politico y cultural sino que llegó a entregar las tierras de la diócesis a los indios, reconociendo su derecho histórico sobre ellas y considerando este gesto sencilla-mente una devolución.
Quiero recordar esta página gloriosa de la historia de la iglesia, con las palabras del mismo Proaño:"En efecto, la pobla-ción de la diócesis de Riobamba en sus dos tercios estaba compue-sta por indígenas. Encontré que su situación era deplorable desde todo punto de vista: económico, social, educativo, polític, reli-gioso. Vivían en la más completa miseria; eran víctimas del de-sprecio de todo el mundo; se encontraban terriblemente marginados por la sociedad e inclusive por la iglesia. La Iglesia de Riobam-ba era dueña de extensiones considerables de tierra, como here-dera de sistemas postcoloniales. Era una vergüenza. Pero la rea-lidad era esta.
Con las autorizaciones eclesásticas necesarias, la iglesia procedió mediante un largo proceso preparatorio a entregar gra-tuitamente 370 hectarias de tierra a una cooperativa de familias indígenas, promovida por la misma iglesia.
Poco tiempo depués, cuando el gobierno de Ecuador de enton-ces dictó la primera ley de reforma agraria, la iglesia, mediante convenio, hizo entrega de una de sus propiedades más grandes, pa-ra que se llevara a cabo la reforma agraria entre miles de fami-lias indígenas. Con el mismo objetivo, años más tarde, se de-sprendió del resto de sus propiedades.
La iglesia de Riobamba purificó así su rostro, secularmente manchado con la marca de gran propietaria. Y así, con el rostro limpio, pudo ponerse del lado de "los más pobres entre los po-bres" en su justa lucha por reivindicar su derecho a la tierra".
Las iniciativas de Proaño tuvieron sobre los indios un impacto concientizador y mobilizador, empujándolos a reclamarles sus tierras a los otros terratenientes y obispos. De aquí la guerra que le declararon por un lado los terratenientes y por el otro los mismos obispos. De aquí también las preocupaciones que el Vaticano manifestó con respecto a su orientación ideológica y pastoral, inviándole, en 1973, un visitador apostólico, encarga-go de verificar las acusaciones de comunismo dirigidas en contra de él. Empezó de esta manera un proceso de "desproanización", que continúa y se fortalece después de su muerte, y que pretende no sólo deslegitimar y bloquear sus iniciativas sino también de-struir el mensaje evangélicamente subversivo de su pensamiento teológico y pastoral.

El jubileo, tiempo de apertura macroecuménica

De lo que se trata para las iglesias no es sólo de devol-verles las tierras a sus legítimos propietarios, sino también de reconocer su responsabilidad en el genocidio cultural y religioso de los indígenas y por lo tanto de cuestionar honradamente la concepción de la evangelización que ha legitimado aquellos crími-nes objetivos ( sin por eso desconocer la buena fe y la entrega de muchos misioneros).
En este contexto, el ecumenismo del jubileo está llamado a realizar un salto de calidad. Primero, rebasando las fronteras de las iglesias, para extenderse a todas las religiones comprometi-das en la liberación de los hombres y de los pueblos, y muy espe-cialmente a las religiones originarias de los pueblos indígenas. Segundo, estableciendo con ellas una relación de diálogo y reci-procidad y abandonando el presupuesto de la superioridad y cen-tralidad histórica del cristianismo. Tercero, poniendo expresa-mente entre los objetivos comunes la campaña por la devolución de las tierras a los pueblos indígenas de parte de las iglesias. Cuarto, especialmente para las iglesias que tienen una fuerte presencia indígena, el ecumenismo supone la capacidad de recono-cer y cuestionar su identificación histórica con la cultura euro-pea y de renovarse promoviendo el papel protagónico de los pro-pios indígenas, contribuyendo al rescate de sus culturas y reli-giones y abriéndose a su aporte: lo que significa transformarse en una iglesia india, promover una liturgia india, una lectura india de la biblia, una teología india, etc. Para la iglesia uni-versal, estas experiencias de iglesias locales representan un llamado radical a una conversión y movilización , coherentes con la opción por los oprimidos como sujetos.

Quiero concluir esta reflexión recordando las palabras pro-nunciadas por Mons. Proaño en la cama, pocas horas antes de su muerte:"Me viene una idea, me sobreviene una idea: de que la iglesia es la única responsable de la situación de opresión de los indios. ¡Qué dolor! ¡Qué dolor !Yo estoy cargando con este peso de siglos. ¡Qué dolor! ¡ Qué dolor!" Este testamento es una provocación extraordinaraimente eficaz a una relectura evangéli-ca del jubileo como llamado al arrepentimiento y la conversión para las iglesias y como anuncio de liberación para los pobres.


JUBILEO DEL AÑO 2000: ¿ CENTRALIDAD DE LA IGLESIA
O DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS?
I -EL JUBILEO, REAFIRMACION DE LA CENTRALIDAD DE LA IGLESIA
El jubileo del 2000, momento culminante
en la historia humana y cristiana
El jubileo del 2000, celebracion de la centralidad histórica
de Cristo y de la iglesia católica romana
Hacia una "nueva evangelización" y un ecumenismo
romanocéntricos
II -EL JUBILEO, MOVILIZACION PARA LA LIBERACION
DE LOS OPRIMIDOS
El jubileo en la historia de Israel y en la perspectiva de Jesús
Para un jubileo celebrado desde el punto de vista
de los pueblos indígenas insurrectos
El jubileo del 2000, tiempo de conversión para las iglesias
El testimonio profético y subversivo de Mons.Proaño
El jubileo, tiempo de apertura macroecuménica



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